Todos
los días tratamos de adivinar las cosas que no sabemos para “prepararnos” ante
el futuro, la mayoría de las veces sin darnos cuenta de ello. Llegamos a
conclusiones que damos por buenas sin ni siquiera ser conscientes, por ejemplo,
cuando en la calle te encuentras a un compañero de trabajo o de escuela que
simplemente pasa de largo sin saludarte, en automático te das una explicación de
por qué lo hizo (y la mayoría de las veces es una explicación poco agradable:
le caigo mal, hizo como que no me vio, es un prepotente, cree que nadie lo
merece). Suponemos muchas cosas pero no somos conscientes de la influencia que tiene
este tipo de pensamiento en nuestras emociones y nuestros actos.
¿Cómo funciona?
Suponer
es llegar a conclusiones sin suficiente información, algunas veces podemos diferenciar entre nuestras
sospechas y la realidad y reconocemos que hay algo que no acaba de encajar en
el rompecabezas que hemos armado. Hasta ahí quizás no sería tan distinto de lo
que hacemos todos los días de manera automática. El problema de suponer es que damos por buena
nuestra conclusión sin cuestionarla,
es decir, pensando qué tanto hay de cierto en ella, en qué elementos me baso y qué otras opciones
puede haber. Quizás esa persona no te contestó porque cuando le marcaste por
teléfono justo en ese momento entro al baño o dejo su celular en casa, quizás
no escuchó tu llamada, la información que tienes hasta ese momento es que simplemente
no te contestó, sin embargo, bajo la sospecha puedes pensar que vio tu número
en el identificador de llamadas y no quiso contestarte… ¿pensar eso cómo te hace sentir? Asumimos como una
verdad absoluta lo que nos imaginamos cuando se trata sólo de una posibilidad
dentro de muchas otras. Si la emoción que nos provoca es
desagradable, empezamos a sufrir sin aún tener la seguridad de que eso que
creemos es cierto.
Las
suposiciones son, muchas veces, fuente de conflicto pues desatan
discusiones, acumulan enojo y otros problemas en las relaciones
interpersonales. Es probable que nos dediquemos a defender el que nosotros
tenemos la razón y ya ni siquiera le demos la oportunidad al otro de decirnos
su punto.
¿Por
qué suponemos?
Hacemos
suposiciones de todo aquello que no sabemos por completo: de cómo los demás piensan, sienten y actúan. Nos
saltamos pasos y concluimos cosas, si buscamos evidencias cuando ya
concluimos es posible que vayamos recopilando toda la información que corrobore
nuestras sospechas, no vemos los dos (o más) lados de la situación.
¿Recuerdas
artículos anteriores en este blog que hablan del ahorro
de energía del cerebro? Bueno, es justamente la misma
lógica, a nuestro cerebro le gusta ahorrarse pasos para tener energía para
realizar otros procesos, por lo que de manera automática, si no estamos
acostumbrados a debatir y a frenar nuestras conclusiones rápidas, es probable
que el cerebro le dé sentido al mundo con
la poca información que tenga.
¿En
qué me afecta?
Cuando
suceden cosas que no tienen mucho sentido, cuando nos sentimos inseguros y
desconfiados, buscamos señales para encontrar una
explicación, pero no de manera objetiva
vemos esas señales, sino que elegimos los trozos de la realidad que nos sirven
para darle sentido a una u otra hipótesis. Apenas llegamos a una conclusión que
nos satisface y que va acorde a nuestra creencia (la que queremos confirmar,
por ejemplo, que mi pareja me es infiel) la adoptamos como válida, en este caso
solo tomamos los ejemplos negativos
obviando los positivos o viceversa.
Si tu sospecha afecta tu estado de ánimo o provoca que tomes decisiones
rápidas y poco acertadas estás sufriendo las consecuencias de la falta de
evidencias.
¿Se
puede dejar de suponer?
Es
complicado porque es un mecanismo natural, una tendencia de ahorro de energías
para actuar rápidamente; lo
importante no es dejar de sospechar sino hacer un alto y valorar nuestras
suposiciones para disminuir su impacto. Por eso, la próxima vez que estés suponiendo algo
¡lo que sea!, antes de darlo por
válido, pregúntate qué otras opciones hay, amplia tu horizonte e incluye nuevas perspectivas en tu
análisis. Si una persona llega
tarde a una cita, no supongas, simplemente pregúntale qué sucedió cuando llegue. Si tu pareja ve demasiado el
celular o lo hace a escondidas, no desarrolles ideas paranoicas, espera a
que llegue el momento oportuno y pregúntale de manera no agresiva (NO ACUSES, aún no sabes
nada, acusar y agredir= reaccionar con poca evidencia). No des por buena tu
hipótesis hasta que tengas suficiente información y entonces pregúntate qué
harás al respecto.
Rompe el poder que tus sospechas
tienen sobre ti, sobre tu forma de sentir y tus
acciones. Confirma sospechas y vive menos estrés.
Si tus sospechas te han ocasionado
problemas y simplemente no puedes parar de pensar la Terapia es una excelente
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